«NO TENGO EDAD»
Cuando adolescente me preguntaba que sentían los mayores y como se podía llegar hasta ellos, acortar esa distancia entre su generación y la nuestra.
Yo por aquel entonces y hasta cumplir los cuarenta solo quería que los años pasasen rápido, rápido para alcanzar a saber todo lo que mis mayores conocían.
Para los adolescentes las quimeras, no las de personas que tienen dos tipos de ADN sino las de mitología griega, eran “monstruos” como montañas insalvables que nos atenazaban, por eso me tranquilizó entender que la gente grande sabía cómo no hacer una montaña de un grano de arena, y en ocasiones tuve encuentros con alguno que resultó ser personaje de “Nivola” como diría Unamuno, y así también los sentí yo.
De diario en vacaciones tenía por costumbre con alguna excusa sentarme en cualquier banco camino a casa, donde hubiese un solitario o solitaria de avanzada edad ocupándolo para entablar conversación.
Según hablábamos notaba como se iban creciendo mientras se derrumbaba su muro de aislamiento, y a pesar de que las corrientes políticas y filosóficas en boga deshumanizasen, restando facultad para pensar y obrar con propios criterios y propiciar la autoestima de nuestros progenitores.
Aún con todo no perdíamos el humor y con inocencia intercambiábamos risitas. -Para mí eran la mejor escuela-
Ellos se encontraban en un presente que reescribían sobre las huellas de su pasado sin olvidar este, aplicando la relatividad en cuales quiera cosa, y aunque se filtrase un halo de añoranza en sus historias, por una porción de tiempo mi compañía les devolvía su presencia para volver a Ser.
Finalmente, se les dibujaba una sonrisa que atenuaba los surcos del tiempo, y yo me iba repleta de satisfacción y sabiduría.
Hoy desde mi edad avanzada sé que el tiempo en el que se empapa no es la suma acumulada y ordenada de los acontecimientos del pasado, hoy sé que tener más edad es tener nuevas experiencias y relaciones humanas, un privilegio al que no todos acceden y del que les insistía en nuestras charlas.
Actualmente pensaba que la no vejez consiste en tenerse respeto, reconocerse y poder dibujar una línea en el horizonte.
Y hoy, no quiero ni puedo dejar de recordar a los y las que están atrapados en esa palabra que todos temen ¡Alzheimer!, aun entendiendo que no es ni más ni menos que la aceleración del proceso natural de selección, siendo las imágenes más tesoneras por norma las de infancia que ocupan el lugar de sus presentes, sin restar cierta crueldad, también se otorga una brizna de benevolencia en un olvido del presente doloso.
Así pues, sin lamentaciones, el resto no olvidemos tener estar obligados a admitir que todos morimos jóvenes.
Y manifiesto sentirme fuera de edad porque la vejez solo existe si la dejas entrar.
Leonor Varela